Dicen que el amor nunca se acaba. Yo les digo que eso es una gran mentira.
El nuestro se acabó en el momento en que me sentí ajena y distante a él, estando realmente a milímetros de que nuestras pieles se rozaran...estábamos ahí, compartiendo la cama, sentados uno al lado del otro. Él escribiendo en su laptop, y yo escribiendo en mi libro negro. Ya se había vuelto algo rutinario, el estar en el mismo lugar, pero en otro mundo. Debí de haberlo pensado mejor antes de casarme con un escritor, como yo.
Sigo pensando qué pasó con el hombre que de por sí, ya era famoso, formado como cualquier otro, en la firma de mi primer libro. El primer best seller de toda mi vida, y mi primer amor de verdad en una sola noche. Tuve mucha suerte. Al menos, eso pensaba. No podía creer que siendo él, el escritor de renombre que era, se tomara el tiempo de venir a conocerme en persona, para decirme que mi libro ahora era su favorito. Y pensé por un momento que eso, se quedaría en una simple charla, un simple intercambio de palabras, una sarta de halagos de una persona que admiraba profundamente...pero fue más. Mucho más de lo que yo alguna vez me imaginé. Pronto, comenzamos a escribirnos cartas algunas, a la antigua usanza, con papel y pluma, y algunas otras, cuando andábamos lejos, se convertían en mails que me alegraban el día por completo. Nos metimos tanto en la vida del otro, que eventualmente, la segunda vez que nos vimos, en un bar en España, ya parecía que nos conocíamos de años. Reimos, y bebimos, reímos, y volvimos a beber...y nos besamos.
Ni todos los best sellers en el mundo podrían compararse con aquél cosquilleo, aquella sensación tan fuera de este mundo. Y así, sin más, decidí que nunca me iba a separar de él. Nuestra boda, aunque algo premeditada, no fue sorpresiva para quién conocía de nuestra relación.
Pero como la escritora que soy, debí recordar, que nosotros, al empezar un libro le debemos fidelidad absoluta. Nos desvelamos por él, nos obsesionamos, lo hacemos nuestro de principio a fin. Él, comenzó a escribir su séptimo libro, y yo ya iba por segundo. Nos encerrabamos, él en su estudio, y yo en el mio que estaba cruzando el pasillo. Muchas veces tardábamos un par de días en realmente salir de ahí. Yo solo salía por café y algo de fruta, y él, salía por café, cigarrillos, y algo de pan. Y a veces, cuando nos cruzábamos en el pasillo, nos sonreíamos a medias, y nos besábamos. Sin embargo, al haber terminado nuestros libros, y empezar de nuevo con la misma rutina para el siguiente, todo se tornó extraño. Ya no dormíamos juntos, y ni siquiera hablábamos. De pronto ya no conocía al hombre delgado, de amable sonrisa, que compartía la casa conmigo. Y el encanto de cuento de hadas, se rompió. Una vez, intenté hablar con él, pero ni siquiera supe qué alegarle...qué decir a mi favor, cuando también era yo, la que me encerraba hasta horas realmente altas de la madrugada, también era yo la que me recluía de su mundo. En parte, por no quererlo molestar, y también por no interrumpir la atmósfera de mi libro. Temía que si rompía la rutina, mis ideas tomaran otra dirección, o se me olvidaran...y supongo, que él pensaba igual que yo, así que no había mucho que decir.
Nuestro amor se había acabado. La literatura había acabado con él, de la misma forma que lo empezó. Y por mucho que lo pensara y lo volviera a pensar, supongo que era lo mejor para él y para mi...a veces, la vida del escritor puede ser muy solitaria, pero si se piensa de otra forma, el escritor nunca está solo. Tiene sus libros...tiene sus ideas, su propio mundo. Y él...seguirá siendo como un libro que jamás pude descifrar del todo,pero que amé alguna vez.
1 comentarios:
Clap clap..........
Caray!! como extrañaba esto....amo leer tus historias jajaja siempre son fantasticas!! Me gusto mucho esta, jajaja me pregunto si de verdad los artistas no podran compartir su vida con otro artista....??
Mmmm bueno amo tu historia jajaja....
CLAP CLAP.....
Publicar un comentario