Te debo confesar, que esta visita tuya fue todo menos lo que yo esperaba. Fue mucho más que eso.
Primero, me encantó que llegaras a mi casa de madrugada, y de sorpresa. Sabía que vendrías, pero no exactamente cuando, y eso lo hizo todavía más excepcional. El verte parado en la reja de mi casa, con tu cara de sueño tan inconfundible, solo me hizo pensar en lo adorable que eres, y que a pesar de los años, ese chico que conocí, sigue ahí en todas esas cosas en las que te has convertido ahora.
Cuando corrí y te abracé, sentí que por fin mi vida estaba completa, que todos los círculos que había abierto en toda mi existencia, se estaban cerrando justo ahí. Yo pensaba que jamás volvería a sentirte tan cerca, y me encanta saber que estaba equivocada.
Y no solo fue eso. El que viéramos el mundo otra vez, desde la misma cama. Que tus ojos y los mios volvieran a contarse todo, que tu risa inundara las paredes de mi fría habitación. Y que me pintaras de nuevo en una hoja de papel. Sin embargo, esta vez, vi una parte de mi que pensé que se había quedado en el pasado, y que se había ido con mi juventud. Esa hoja, que podría parecer insignificante, me devolvió un reflejo que yo consideraba perdido. Me devolvió la felicidad. De nuevo era yo, vista ante tus ojos, y eras tú, envuelto en el cuerpo de un hombre, que de lejos podía parecerme algo extraño, pero que en proximidad de piel con piel, era territorio totalmente conocido.
Y todas estas noches juntos, en las madrugadas pensaba, y le rogaba a quien quiera que estuviera arriba rigiendo nuestras vidas, que con cada beso mio, se te olvidara uno y otro pedazo de ella. Que de pronto, con cada roce de mi piel con la tuya, comenzaras a cuestionarte quién era ella realmente, y que al final, cuando me abrazaras contra tu pecho, te olvidaras de su cara, de su cuerpo, de su nombre, de su sonrisa. Quise dejarte una marca indeleble, una advertencia, que te hiciera saber que no hay otro lugar para ti, que aquí. Este es tu mundo. Estos brazos mios, terminan siendo tuyos, mi boca, tu boca, mis ojos los tuyos, y mi entera presencia.
Te has ido hace unas horas. Esta habitación huele a ti. Y no quiero mover nada. Quiero que todo conste, que todo se quede, que sea un recordatorio constante de tu presencia aquí, para que no sienta que esto nunca pasó. Has vuelto a tu vida a lado de ella, y me pregunto si notará que has sido besado, que has sido abrazado, poseído por otra persona. Me pregunto si te mirará a los ojos como siempre, o si tú mismo podrás sostenerle la mirada, si podrás abrazarla, y estar con ella, como siempre.
Ojalá no. Me acabas de probar que lo que eres, nunca dejó de ser mio. Solo necesito que te dejes de necedades, y decidas regresar a París. Espero que lo hagas pronto, que aquí mismo te espero.
Pauline.
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POR FIN! Sorry por el retraso!
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