Qué diablos estabas diciendo? Tú. TÚ señor "jamás me casaré porque arruinaría mi vida social con las chicas" tú " le temo al compromiso", tú el que me dijo miles de veces que no se quería encadenar a nadie. Te ibas a casar con una pelirroja piernas largas, que nada tenía que ver contigo. Siempre habías salido con chicas muy guapas, pero ella simplemente se veía tremendamente falsa a tu lado.
-Bianca y yo nos conocimos justo aquí. Ella modela para Vivienne Westwood y tiene una carrera muy promisoria en las pasarelas. Estoy realmente orgullosa de ella, y la quiero mucho...por eso nos vamos a casar...
Y ocurrió lo que jamás pensé. Era la presión, la furia, la frustración, el enojo...un todo que me hizo pararme de la mesa de súbito.
-Me permiten un momento, por favor?-les pregunté de forma cortés, y me metí a la casa y de ahí abrí una puerta, donde presumiblemente era el baño. Cerré la puerta tras de mi con llave, me miré al espejo, solté mi bolsa y esa rabieta no se hizo esperar. Parecía una niñita desquiciada agitando los brazos, y golpeando fuerte el suelo con los zapatos. Grité como nunca. Tanto, que estoy segura de que pudiste haberme oído aun con todo el ruido de la música. Agarré un florero que parecía ser antiguo y lo estrellé contra la pared. Me volví una fiera y ni yo misma me conocía. Pero es que, ¿Por qué? Ahí ibas de nuevo a arruinarlo todo al triple. Ahí ibas de nuevo a romperme el corazón en pedacitos, intencionalmente o no. Y yo que creía inocentemente en que me había recuperado de lo que viví contigo...todo me parecía una maldita tragicomedia.
Al haber terminado mi rabieta, volví a reaccionar, me acomodé el pelo, y salí de ahí, como si nada hubiera pasado. Me volví a sentar frente a ti, y te sonreí.
-Genial James. Me alegra tanto que hayas podido encontrar a alguien que te quiera, y que sobre todo, te aguante. Ojalá tengas una buena vida, y te agradecería si no vuelves a llamarme ni a buscarme. Si lo que querías es arruinarme, felicidades. Lo acabas de conseguir sin mucho esfuerzo...DE NUEVO!!!-Te grité, y quedé como una loca frente a tí,frente a Bianca y tus "amigas". Me paré y me dirigí a la salida. Quería llorar. Y quería que me vieras llorar para que te dieras cuenta lo que habías hecho conmigo.
El mundo que había construido mientras tú no estabas, las barreras que cree para mi, para no salir lastimada, mi independencia, mi seguridad, todo se había ido al caño en cuestión de segundos. Lo que me hizo preguntarme realmente si en realidad alguna vez tuve todas esas cosas, o me engañé a mi misma pensando en que podía lograrlo sin ti. Y ahora parecía que yo, para ti, era un simple nombrecito en una lista de chicas en tu museo de conquistas personales.
Llegué a mi apartamento derrotada. No quise ni mirar la sala, porque ahí seguían todos esos regalos que ya no significaban más, que simples objetos vacios y sin chiste. Me quité lo que traía puesto y me metí en las sábanas. Me sumergí en la oscuridad de mi recámara. Me ahogué en el silencio de mi habitación, que irónicamente me gritaba todas y cada una de las veces que él estuvo aquí. Las veces que me leía libros, las veces en las que hablabamos de todo y nada, las veces que nos besamos...todas esas cosas que comenzaban a perder sentido en el aire. Cerré los ojos, y por primera vez en mi vida, sentí que no estaría mal si no despertara al día siguiente.
Tal vez estaba siendo demasiado drástica. No sé. Me pasaban tantas ideas no tan inteligentes en la cabeza. Lo peór del caso, es que el teléfono comenzó a sonar y sabía perfectamente que eras tú. No quería contestar. No quería oír tu voz, porque estaba segura de que me vería de nuevo con las lágrimas en los ojos...y recordaba lo que me decías cuando me ponía a llorar. "No llores, las chicas lindas no lloran". Claro que si lloramos. Y hasta dudé que fuera linda en serio. Si era tan linda, por qué demonios habías decidido casarte con Bianca?...supongo que por la sencilla razón que ella es modelo, es una chica de mundo y yo no. Soy normal, común. Una chica que podría pasar desapercibida en cualquier lado, y se me estaba olvidando que a ti te encanta la atención. Te gusta que te miren, y que te admiren. Y con una chica así, seguro tendrías todo eso...en cambio, si hubieses decidido casarte conmigo, probablemente hubieras visto eso como poca cosa. A cuentas resumidas: Tal vez nunca fui suficiente para ti, y tú estabas resultando ser demasiado para mi. La carga que cargaba en mis hombros cuando pensaba en tí, era infinita. Siempre quería impresionarte, siempre quería complacerte, siempre quería ser lo que tú querías que fuera y me estaba olvidando de mi. Y es que, confieso que cuando se trataba de ti, no me importaba. No me importaría tener que olvidarme de mi, y ser lo que sea contigo, pero contigo solamente.
Y tu visita a mi apartamento no se hizo esperar. Lo que tú no esperabas, es que yo cerrara con doble llave. Tocaste el timbre una veintena de veces, y yo contrarrestaba el sonido con una almohada rodeando mi cabeza. Obviamente no tuvo éxito alguno, porque después, no solo fue el timbre. También tu voz, y tu puño golpeando la puerta desesperadamente. ¿Qué más querías decirme? ¿Qué más querías restregar en mi cara?...
-Por favor Lucy abreme! necesitamos hablar urgentemente...por favor cariño, te lo ruego...abreme!-me gritabas. Y yo odiaba que quisieras llamarme cariño como si nada hubiera pasado.
Hubo un momento en el cual no pude seguir aguantando tu voz, tus gritos y los golpes en la puerta. Me paré de la cama sin siquiera importarme que estuviera a medio vestir, y te abrí la puerta sin más. Te miré impresionado. Estaba plantada ahí, con los ojos más hinchados y rojos que nada, y el pelo desaliñado.
-Te dije que ya no me buscaras, James. Por favor, no sigas haciendo esto más dificil de lo que ya es...-te imploré. Entraste al apartamento, y cerraste tras de ti. Te noté muy diferente. Como si el James de hace rato, hubiera sido reemplazado por otro. Me tomaste de la mano izquierda e hiciste que me sentara en uno de los sillones de la sala, tú te sentaste en la mesita, frente a mi. Tu sonrisa llena de sarcásmo se había ido. Tu mirada orgullosa no estaba, y no imaginaba qué podías decir ahora.
-Lucy yo...en serio quiero pedirte perdón por todo esto...la verdad es que yo no pensé que...-comenzaste a decirme, pero negué con la cabeza y te interrumpí.
-No tienes que pedir disculpas por casarte con Bianca. Sé feliz con ella, y no vuelvas a pensar en mi. Ahora soy yo la que menos importa...-te dije, y después pensé que había sonado demasiado dramática.
-No, no...déjame hablar!...tengo algo que confesarte...-me dijiste, en el tono más serio que habías usado en mucho tiempo, y me quedé atónita.
0 comentarios:
Publicar un comentario